La Virgen María es la Madre de Dios y también ella es Madre nuestra. Gracias al amor de Dios que la preservó del pecado original desde la concepción ella está llena de gracia y de virtudes.
Después de haber colaborado con su Hijo Jesucristo en la redención del mundo fue llevada al cielo en cuerpo y alma, y desde allí ruega cada día por nosotros es lo que los católicos llamamos la Asunción de María, hecho que es dogma de fe.
La llamamos la Santísima Virgen porque ella es mucho más santa que todas las demás, con lo cual queremos decir que ellas es la más pura y la más santa de todas las mujeres puras y santas del mundo.
El documento moderno más importante que hay sobre la Virgen María es la declaración "Luz de las gentes" del Concilio Vaticano II, reunión de todos los obispos del mundo junto con el Papa durante los años 1960 y 1965 en el Vaticano.
En dicho documento el Concilio le dio a María los títulos de Madre del Dios redentor, hija predilecta de Dios padre y Sagrario del Espíritu Santo.
Explicó que las tres virtudes en las que más sobresalió fueron la fe, la caridad y la obediencia. Recomendó que se honre devotísimamente a la Virgen María, es decir con gran amor, gran fe y señales externas de especial respeto.
Además el Concilio indicó que los cuatro oficios principales de María son: Mediadora, Abogada, Socorro y Auxiliadora.
Es Mediadora porque María intercede ante Dios para que nos conceda lo que deseamos.
Y es Auxiliadora porque cuando estamos en una situación material o espiritual muy difícil ella viene a socorrernos con especiales auxilios para que podamos superar nuestras dificultades.
Al clausurar el Concilio Vaticano II el Papa Pablo VI le dio el título de Madre de la Iglesia.