Dios se identifica con el bien y es el bien. Por lo tanto la palabra bondad significa la posesión del bien y la bondad es por excelencia la cualidad de Dio...
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Desde el punto de vista teológico el aborto constituye un homicidio porque es un hecho comprobado por la ciencia que el embrión desde el primer instante de la concepción es un ser dotado de alma.
Por lo tanto se trata de un homicidio corporal puesto que quita la vida del cuerpo y de un homicidio espiritual porque se mata al niño antes del bautismo.
Por ello el aborto constituye una grave culpa cuando es directamente voluntario, ya que constituye un homicidio directo, y en manera alguna se puede legitimar.
Son culpables de aborto los que lo provocan directamente y por sí mismos, los que cooperan de cerca y materialmente a las prácticas abortivas, y los que son causa principal y eficaz en tal cooperación aunque sea sólo moralmente .
La doctrina de la Iglesia es clara y severa, tal como lo podemos ver en las palabras dichas por el Papa Pío XII en el año 1951, y por supuesto vigentes hasta el día de hoy:
"La vida humana inocente, en cualquier condición en que se encuentre debe estar a salvo desde el primer instante de su existencia, de cualquier ataque voluntario y directo.
Éste es un derecho fundamental de la persona humana, de valor general en la concepción cristiana de la vida, válido, tanto para la vida todavía escondida en el seno de la madre, como para la que ha visto ya la luz fuera de ella; lo mismo contra el aborto directo, que contra la muerte directa del niño, antes, durante o después del parto.
Este principio es tan válido para la vida del niño como para la de la madre.
Jamás y en ningún caso ha enseñado la Iglesia que la vida del niño deba preferirse a la de la madre. Es un error plantear la cuestión con esta disyuntiva: o la vida del niño o la de la madre. No; ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser sometidas a un acto de supresión directa. Por una u otra parte, no puede haber más que una exigencia: hacer todo lo posible para salvar la vida de los dos.
¿Quién puede juzgar con certeza cuál de las dos vidas es en realidad más preciosa? ¿Quién puede saber el camino que recorrerá ese niño y a qué altura podrán elevarse sus obras y su perfección?
Hemos usado a propósito siempre la expresión "atentado directo a la vida inocente" o "muerte directa", porque si, por ejemplo, la salvación de la vida de la futura madre, independientemente de su estado de embarazo, requiriese urgentemente la intervención quirúrgica u otra aplicación terapéutica que tuviera como consecuencia secundaria, en ningún modo deseada ni intentada, pero inevitable, la muerte del feto, tal acto no podría llamarse un atentado directo contra la vida inocente"
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