El bien es semejante a la incógnita de una ecuación que los teólogos colocan entre tres datos distintos, a saber: el bien en sí, el bien en Dios y el bien en las criaturas.
Se ha definido el bien como lo que es soberanamente deseable, lo que cada uno desea. Lo que posee el bien y lo que es el bien, es bueno.
Así Dios, que se identifica con el bien perfecto, es necesariamente bueno, y así las virtudes, que deben ser totalmente deseadas por nosotros, son buenas.
De este modo las cosas creadas sólo pueden ser buenas ya que su Creador es bueno.
Lo que es malo en la naturaleza lo es solamente porque el pecado original ha introducido el desorden.
En cuanto a la bondad de Dios, Cristo no ha autorizado tener duda alguna, como lo leemos en San Marcos cuando Jesús dice "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios".( Marcos 10:17, 18)
Sobre la bondad de las criaturas San Pablo asegura en su carta a Timoteo que "todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable de lo que se toma con acción de gracias" (Timoteo 4:4)
La bondad es un atributo de Dios, pero no es único y personal para Él, ya que el bien y la bondad son dos verdades fundamentales que todo católico debe desear y a las cuales debe aspirar.
Es imposible separar el bien de Dios, ya que Dios sin bondad es imposible, y viceversa, por eso solamente Dios es puramente bueno, y es el origen de todo lo que es bueno.
El hombre es libre y decide su destino, pero el ideal y necesario para poder tener la vida eterna, es tomar el camino del bien, donde el hombre llegue a ser verdaderamente bueno para los ojos de Dios.