Dios se identifica con el bien y es el bien. Por lo tanto la palabra bondad significa la posesión del bien y la bondad es por excelencia la cualidad de Dio...
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LAS DIFERENTES COSTUMBRES A TRAVES DE LOS SIGLOS PARA ENTREGAR LA EUCARISTIA
En la Iglesia de Roma, los fieles permanecían en su lugar y el sacerdote venía hasta ellos para llevarles las especies.
Las recibían de pie y no arrodillados, como es costumbre en nuestros días en la Iglesia griega.
Los hombres tomaban la hostia en la palma de la mano derecha sostenida por la mano izquierda y la llevaban ellos mismos a la boca.
Las mujeres igualmente, pero tenía las manos cubiertas con un paño llamado dominical. Estos ritos se conservaron hasta el siglo VII.
Además, en ciertas regiones, se bebía el cáliz con la ayuda de una pajilla.
Más tarde, el sacerdote mojaba el pan consagrado en la preciosa sangre, depositándolo así en la boca del comulgante.
Para el Occidente, en el año 1415, el Concilio de Constanza decidió que solamente los sacerdotes comulgarían bajo las dos especies.
En los primeros tiempos de la Iglesia, el pan y el vino eran llevados por los mismos fieles, eran su ofrenda, que presentaban cantando los salmos.
Nuestro ofertorio es un vestigio de esta costumbre.
El obispo recibía el pan en grandes platos llamados patina, llamados después patena, y luego lo hacía colocar en un gran mantel blanco.
El vino traído por los fieles era vertido en uno o varios cálices llevados por los subdiáconos.
Terminada la oblación, el obispo se lavaba las manos y después se le ponía delante la cantidad necesaria de pan y vino para la comunión, que consagraba.
Durante mucho tiempo les fue permitido a los fieles llevarse después de la misa el pan que no se utilizó, para alimentarse los días siguientes.
Es seguramente el origen del pan bendito, lo mismo que recoger limosnas, que es una supervivencia de la antigua ofrenda que desapareció hacia el siglo IX.
Sin embargo, la ofrenda se ha restablecido en algunas parroquias: en el ofertorio, los fieles depositan en la bandeja o en el copón que les presenta el celebrante una hostia que les ha sido entregada por los monaguillos.
Hoy en día, el pan utilizado en la Iglesia latina es pan ácimo, mientras que en gran parte de las Iglesias de Oriente usan el pan fermentado. Pero la consagración es válida en los dos casos.
El concilio de Florencia declaró legítimas las dos costumbres y estableció la obligación de la consagración del pan fermentado para los griegos y de pan ácimo para los latinos.
Una conmovedora y admirable historia, relativamente reciente, tiene relación con la costumbre según la cual los comulgantes recibían y reciben la hostia en sus manos:
Durante la última guerra, el Señor Staats, presidente de Pomerania, fue condenado a muerte por Hitler.
Su mujer recibió la autorización de hacer una visita de despedida. Como ningún sacerdote podía entrar en la prisión, tuvo la idea, que confió al obispo de Berlín y realizó gracias a su connivencia, de dar la comunión ella misma a su marido.
En su mano cerrada escondió una hostia que hizo pasar subrepticiamente a la mano del detenido al abrazarle por última vez.
El guardián sorprendió el gesto y ordenó al condenado que le enseñara lo que quería esconder. Entonces el presidente, abriendo los dedos, dijo:
"Tengo a mi señor, el Santo de los santos. Quisiera recibirlo antes de morir. Déjemelo"
Y el carcelero bajo la cabeza
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