DIFERENCIAS ENTRE LA ANTIGUA ALIANZA Y LA NUEVA ALIANZA
En el Antiguo Testamento, Dios se unía al pueblo elegido por una alianza sellada con un sacrificio sangriento.
Moisés, después de haber recibido la ley en el Sinaí, inmoló animales, cuya sangre derramó sobre los hebreos.
En la Nueva Alianza, el pueblo de Dios es la Iglesia, y la ley nueva se basa en dos mandamientos: el del amor a Dios y el del amor al prójimo.
En cuanto al sacrificio, es consumado con la sangre de Cristo, que se inmoló él mismo en el calvario.
Pero la Iglesia es un pueblo en marcha que debe atravesar continuamente el desierto de la vida presente, como antes lo habían hecho los hebreos, para ganar la tierra prometida del cielo.
Y el contrato que ata a este pueblo con Dios debe renovarse indefinidamente con la Eucaristía, sacramento de muerte y de resurrección, por el sacrificio de la misa.
En cada misa, al fin y al cabo, la Iglesia sella de nuevo en el cáliz su nueva alianza con el Señor.
Por ser la comunión una participación en el santo sacrificio de la misa, es el espíritu de la Iglesia que los fieles la reciban durante la misa, en el mismo momento que el sacerdote.
Sin embargo, en caso de impedimento, la Eucaristía puede ser administrada antes, después de la misa e incluso fuera de la misma.
Durante los primeros siglos, el obispo o el sacerdote empezaba pronunciando en voz alta la siguiente fórmula:
"Para los santos las cosas santas"
Solamente los que tenían la conciencia pura podían entonces acercarse.
Primero el clero y después los fieles: los niños primero, después los hombres y por último las mujeres.
Mientras distribuía el pan consagrado, el celebrante decía a cada uno, del mismo modo que se hace ahora:
"El Cuerpo de Cristo"
y el fiel respondía:
"Amén"
Cuando venía el momento de presentar el cáliz el celebrante decía:
"La sangre de Cristo, cáliz de vida"
Y el fiel respondía igualmente:
"Amén"
Durante la distribución de la comunión se cantaba el salmo 33.