La caridad es una virtud sobrenatural , es amarse unos a otros, amar al prójimo como a sí mismo por amor de Dios, no ser indiferente a nadie y querer que nadie nos sea indiferente.
Y mucho más difícil aún es amar incluso a los enemigos y devolver el bien por el mal que nos hayan hecho, y olvidarnos de ello.
La caridad es cumplir con el gran mandamiento de la Ley nueva dada por Jesucristo: "Amaos los unos a los otros".
Pero no es caridad dar limosna a un hombre por obligación, porque esto debe hacerse, o abonar grandes cantidades a organizaciones de beneficencia para evitar impuestos, o hacer obras de bien para aparentar ser una buena persona, entre otros ejemplos.
No hay caridad si no hay amor. El amor debe ser tan exclusivo como discreto, y debe ser total. El amor al prójimo no es el amor para con algunos y es un amor dado pero no impuesto.
La caridad de la que habla Cristo no es solamente el amor al prójimo, sino también hacia su enemigo, es el gesto que no es visto, que no es sabido, es el gesto desinteresado que nunca será compensado.
El prójimo que amamos es el punto de unión, el punto en que convergen el amor que tenemos a Dios y el que Dios dispensa a la humanidad.
El precepto de amar al prójimo había sido ya formulado en el Antiguo Testamento y en toda la Biblia se hace alusión a la benevolencia que se debe tener para con el prójimo, pero por el Evangelio empieza la Era de la caridad.
El mandamiento de la caridad se opone a toda clase de odio ya que éste y el amor no pueden cohabitar, ya que odiar al prójimo implicaría el odio de Dios.