La virtud es una disposición firme y habitual hacia el bien que permite realizar actos buenos y tienen distintas clasificaciones.
Son las que se adquieren mediante el esfuerzo y la buena voluntad.
Son las normas y costumbres para tener buenas conductas.
- Virtudes naturales o humanas:
Son las inclinaciones estables hacia el bien, son perfección del entendimiento y de la voluntad que ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta, según la fe y la razón, proporcionando facilidad para llevar una vida moralmente buena.
Son cuatro y se las llama así porque alrededor de ella se agrupan las demás virtudes (cardinal en latín significa fundamental).
Las cuatro virtudes cardinales son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
Es la virtud que dispone a elegir nuestro verdadero bien y elegir los medios correctos para alcanzarlo.
Nos enseña que debemos hacer, decir y evitar.
Para llegar a obtener esta virtud debemos pedir a Dios que nos ilumine lo que debemos hacer, decir y evitar, consultar con los que saben más que nosotros y no obrar nunca en forma precipitada sin antes pensar o consultar.
Es la virtud que nos lleva a dar a Dios y al prójimo lo que a cada cual le es debido.
Es darle a cada uno lo que se merece y no negarle a nadie aquello a lo cual tiene derecho.
Es necesario respetar los derechos de cada uno y esforzarse por vivir en armonía con todos.
Es la virtud que concede firmeza en las dificultades y constancia para seguir buscando el bien.
A través de ella sufrimos con paciencia nuestras penas sin desanimarnos y sin renegar luchando con valor contra las dificultades que se nos presentan para poder cumplir con nuestros deberes.
La fortaleza nos ayuda a resistir a las tentaciones, a superar los obstáculos, a vencer el temor y a enfrentarnos a las pruebas y problemas.
Aquel que haya pedido a Dios la virtud de la fortaleza puede notar grandes cambios en su vida, pues a través de ella, por ejemplo, el cobarde se vuelve valiente, el colérico se vuelve paciente y el flojo se vuelve fuerte.
Es la virtud que modera la atracción hacia los placeres de la comida, de la bebida, del descanso, de la diversión, etcétera.
Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos manteniendo los deseos en los límites de la honestidad.