Dios se identifica con el bien y es el bien. Por lo tanto la palabra bondad significa la posesión del bien y la bondad es por excelencia la cualidad de Dio...
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El año litúrgico, centrado en torno al Misterio Pascual de Cristo, se ve enriquecido con las memorias de los Santos en cuyas vidas se realiza de manera eminente la participación en el Misterio de Cristo.
La finalidad de la inscripción en el Martirologio es fijar la fecha de la fiesta del Santo, aunque no todos los inscritos pasan al Calendario, ya que se proponen para éste aquellos santos que tienen cierta importancia para la Iglesia Universal, las Particulares o las Familias Religiosas.
Los santos son realizaciones concretas y personales del Misterio Pascual, por eso obviamente la Iglesia venera a estos miembros eminentes de su cuerpo.
Este culto comenzó con el de los mártires, es decir con los cristianos que derramando su sangre conseguían una imitación perfecta y total de Cristo. En esos tiempos, en los aniversarios de su martirio, la eucaristía era celebrada junto a sus sepulcros.
Cuando las persecuciones finalizaron, hubo cristianos que por su vida ascética muy intensa y por la práctica de la virginidad se distinguieron entre otros, y éstos fueron un equivalente del martirio.
Y también hubieron otros hombres y mujeres de toda edad, estado y condición, que por el ejercicio heroico de las virtudes cristianas, al igual que los mártires, fueron objeto de culto y veneración, siendo su vida ejemplo a imitar por otros cristianos.
Las celebraciones de los santos se dividen en cuatro categorías: solemnidades y fiestas donde se usa el formulario propio de la misa con sus lecturas y oraciones tal como se indica en el Misal y en el Leccionario, memorias donde se usan las oraciones tal como viene indicado en el Misal, y memorias libres donde se puede omitir la celebración del Santo totalmente.
Los católicos podemos pedir a los santos y a la Virgen María que intercedan por nosotros como el mediador que suplica al ofendido que perdone al ofensor.
Así la Virgen y los santos pueden ser mediadores rogando a Dios que perdone nuestras culpas y pidiendo a Cristo que nos conceda los favores que necesitamos.
Jesucristo en cambio es el mediador que pagó lo que el deudor debe, o sea, Él ha pagado a Dios las deudas que le debíamos nosotros por nuestros pecados, tal como dice San Pablo en su carta 2 Timoteo 2,5: "Uno solo es el Mediador, Jesucristo"
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