Entre los objetos litúrgicos que se utilizan en la Santa Misa encontramos los vasos litúrgicos benditos que son el copón y la custodia.
El copón es el vaso en que se conserva la Eucaristía para poder transportarla, administrarla a los enfermos y emplearla en las ceremonias del culto.
No es requisito indispensable que el material que se utilice sea oro o plata, ya que también se puede utilizar el cobre siempre y cuando la copa en su interior sea dorada. Pero bajo ningún concepto se debe utilizar vidrio o marfil.
También es necesario que en el centro de la parte inferior exista una pequeña elevación redondeada, para que no sea incómodo poder tomar las hostias que están más cerca del fondo del copón.
La tapa debe cerrar en forma hermética y es indispensable que la parte superior tenga una cruz. Cuando en el copón esté el Santísimo Sacramento, es decir el cuerpo de Jesús, ya que la hostia ha sido consagrada y ya no es más pan, es necesario cubrirlo con una especie de velo siempre y cuando sea de color blanco. Es conveniente poseer otro copón ya que jamás las hostias que fueron consagradas recientemente se pueden mezclar con las anteriores.
En la Edad Media, este vaso adoptaba a menudo la forma de paloma, símbolo del Espíritu Santo.
A la custodia se le llama también ostensorio u ostensorium (del latín ostentāre, "mostrar"). Su utilidad como objeto litúrgico es el de poder exponer en forma pública al Santísimo Sacramento. El material de la urna enmarcada en vidrio puede variar entre la plata, el cobre de tonalidad dorada, el latón o el oro, y la forma habitual es la de un sol con los rayos. De la misma forma que la tapa del copón, la custodia debe tener en su parte superior una cruz
En el siglo XII aparecen las custodias en forma de torre y finalmente en el siglo XV la copa con pie, análoga al cáliz pero provista de tapadera, forma que sigue teniendo en nuestros días.