Quién era Saulo de Tarso antes de conocer a Jesús? Perseguidor de los cristianos, Concilio de Jerusalén
DE PERSEGUIDOR A APÓSTOL, SAN PABLO, UNA ASOMBROSA CONVERSIÓN
San Pablo, cuyo nombre original era Saulo, es uno de los personajes más influyentes en la historia del cristianismo. Nacido en la próspera ciudad de Tarso, en el sur de la actual Turquía, Pablo provenía de una familia judía con buena posición. Desde su nacimiento, también gozó de la ciudadanía romana, lo que le otorgaba ciertos privilegios en el Imperio Romano.
LOS PRIMEROS AÑOS DE SAULO Y LA PERSECUCIÓN A LOS CRISTIANOS
Saulo, como se le conocía antes de su conversión, nació en Tarso, una ciudad en la actual Turquía. Siendo judío de nacimiento, tuvo la oportunidad de viajar a Jerusalén para estudiar bajo la tutela del renombrado rabino Gamaliel.
Sin embargo, cuando Saulo llegó a Jerusalén, Jesús ya había sido crucificado y resucitado, y la comunidad cristiana estaba experimentando un rápido crecimiento tanto en Israel como en las comunidades judías dispersas por todo el mundo.
En ese momento, se desató la primera persecución contra los cristianos, con San Esteban como su primer mártir. Saulo, como enemigo declarado de los seguidores de Jesús, se sumó a esta persecución y participó en la muerte de San Esteban.
Su fervor en perseguir a los cristianos lo llevó a aceptar una tarea desafiante: viajar a Damasco para arrestar a los cristianos y llevarlos a Jerusalén para ser ejecutados.
EL ENCUENTRO TRANSFORMADOR
Durante su viaje a Damasco, ocurrió un evento que cambiaría la vida de Saulo para siempre. En pleno día, una luz potente deslumbró a su caballo, haciéndolo caer al suelo.
En ese momento, Saulo escuchó una voz que le decía:
"¿Saulo, Saulo, por qué me persigues?"
Sorprendido, Saulo respondió:
"¿Quién eres tú, Señor, a quien yo persigo?"
La voz le contestó:
"Soy Jesús, a quien tú persigues"
En ese instante, Saulo comprendió que Jesús era verdaderamente Dios, que había resucitado y que lo que enseñaban los cristianos era la verdad.
Esta revelación fue radical e inmediata, transformando a Saulo de perseguidor en defensor apasionado del cristianismo. A partir de ese momento, su nombre cambió a Pablo, y se convirtió en uno de los apóstoles más importantes y prolíficos de todos los tiempos.
EL CONCILIO DE JERUSALÉN Y SU MUERTE
Pablo pronto se dio cuenta de que el cristianismo no debía limitarse solo a los judíos, sino que debía ser compartido con los gentiles (no judíos). Comenzó a viajar y fundar comunidades cristianas fuera de Israel, manteniendo el contacto a través de cartas. Estas cartas, conocidas como las "Cartas de San Pablo", se convirtieron en una parte importante del Nuevo Testamento.
Sin embargo, Pablo también comprendió que los gentiles no podían aceptar todas las prácticas judías, como la circuncisión o las restricciones alimentarias. Por lo tanto, planteó a los apóstoles la idea de predicar el cristianismo sin exigir estas prácticas. En el primer Concilio de Jerusalén, los apóstoles aceptaron su propuesta, permitiendo que numerosos romanos y griegos se unieran a la nueva religión.
El apoyo de Pablo al cristianismo no fue bien recibido por todos. Los judíos lo persiguieron y lograron encarcelarlo. Sin embargo, debido a su ciudadanía romana, no pudieron ejecutarlo. Fue enviado a Roma para ser juzgado y finalmente fue liberado, ya que no había cometido ningún delito contra la ley romana. Sin embargo, más tarde, durante la persecución ordenada por el emperador Nerón, Pablo sufrió el martirio al igual que Pedro. Como ciudadano romano, no podía ser crucificado, sino que fue decapitado en las afueras de Roma. Su cuerpo fue enterrado en un lugar que luego se convertiría en la iglesia de San Pablo Extramuros.
EL LEGADO DE SAN PABLO
La vida de San Pablo es un ejemplo de conversión y entrega total a la causa del cristianismo. A pesar de su pasado como perseguidor de los cristianos, se convirtió en uno de los apóstoles más importantes y dedicó su vida a difundir la fe en Jesucristo.
Su legado perdura en las epístolas que escribió y en su incansable labor evangelizadora. Siguiendo su ejemplo, debemos fortalecer nuestra formación para poder responder a las preguntas y ataques que nos hagan sobre nuestra fe.
