La palabra arrianismo surge de Arrio, nacido en Libia en la segunda mitad del siglo III y es el conjunto de doctrinas cristianas expuestas por él que sostenía que Jesús era hijo de Dios, pero no Dios mismo.
Arrio surge en la historia de Alejandría, donde el obispo Pedro, que poco tiempo después le excomulga, le ordena diácono en el año 308.
Al morir el obispo, Arrio se reconcilia con su sucesor Aquilas y recibe la ordenación sacerdotal.
Entonces se le envía a regir una importante parroquia y a explicar las Sagradas Escrituras. Pero entonces Arrio empieza a propagar errores.
El sostenía que si el Padre había engendrado al Hijo, el ser del Hijo tiene un principio; entonces si ha habido un principio, Arrio deducía que hubo un tiempo en que Él no existía.
Esta teoría por lo tanto negaba de forma absoluta la eternidad del Verbo, lo cual equivalía a negar definitivamente su divinidad.
De este modo, las doctrinas del arrianismo llegaban a la conclusión de que el Hijo no era igual al Padre, y si no era igual tampoco lo era en sus propiedades y naturaleza
En el año 320 el obispo de Alejandría convocó un sínodo que reúne a más de cien obispos de Egipto y Libia para excomulgar a Arrio y a sus partidarios que ya eran muy numerosos.
Para finalizar con los errores el día 20 mayo del 325 se reunieron en el Concilio de Nicea a trescientos dieciocho obispos que redactaron un texto conocido con el nombre de Símbolo de Nicea que sirvió de base al Credo que se recita en la Santa Misa.
Y además se declaró el destierro de Arrio y se condenaron sus escritos.
Su obra principal fue Thalía, trabajo en la actualidad desaparecido, del mismo modo que el resto de sus libros, que fueron quemados y proscritos