San Benito consideraba el monasterio como una pequeña ciudad independiente, con sus estanques o su río, su molino, su jardín, sus talleres.
Éste exigió en su regla que los monjes tuvieran un oratorio para celebrar todos los días el oficio divino y las diversas funciones eclesiásticas.
Esto que no era nuevo en la historia del monacato, ejerció durante los siglos siguientes una influencia considerable en los progresos de la liturgia, la arquitectura y las artes monásticas.
De esta forma las órdenes monásticas en Europa fueron desde el siglo VIII hasta fines del XII casi exclusivamente benedictinas.
Sin embargo respecto al servicio litúrgico propiamente dicho, o sea la misa, San Benito nada prescribe, y se celebraba en el monasterio siguiendo el rito romano en uso en esa época ante gregoriana.
Lo mismo ocurría respecto al contenido del oficio, para el cual, no obstante, San Benito desempeñó un papel importante debido al notable trabajo de combinación armoniosa que supo realizar, al adoptar de las costumbres extranjeras de Milán, Roma y Oriente ciertas oraciones que incorporó a su oficio.
Aprovechando la gran libertad que reinaba todavía en su época en la composición del oficio, San Benito estableció un nuevo sistema de salmodia, inspirado en su deseo de establecer una regla sabia, prudente y razonable para valoración de los monjes y de todas las demás disciplinas monásticas.
De esta forma introdujo la división del salterio entre las horas del día y de la noche según un sistema meditado detenidamente.
El salterio, que comprende los 150 salmos de David, se recita, no en un día como hacían algunos Padres de Egipto y Palestina, sino en una semana. La disposición del rezo benedictino es muy equilibrada y todos los salmos se recitan por lo menos una vez cada semana: los del 1 al 19 en prima, los del 20 al 108 en maitines, los del 109 al 147 en vísperas, y las demás horas tienen salmos especiales para sus oficios.
El año litúrgico lo divide en dos estaciones litúrgicas: la Cuaresma y el Tiempo pascual. Fuera de estas dos épocas, San Benito distingue el tiempo de verano que comprende desde Pentecostés hasta los idus de septiembre, y el tiempo de invierno desde esta fecha hasta Pentecostés. Así el santo permanece fiel a la antigua tradición eclesiástica, donde el domingo se celebra con mayor solemnidad y el miércoles y viernes se observan con más rigor.
En lo que atañe a la vida de los monjes ha precisado las reglas relativas a la excomunión aplicable a los monjes y que a veces tienen un carácter litúrgico, llegando incluso a excluirse al monje castigado del oratorio, y también ha establecido las reglas relativas al oficio de la cocina y de la lectura, a la recepción de huéspedes, a la ceremonia de la profesión, a la confesión no sacramental de las faltas, al lavatorio de los pies, etc..