EXPLICACIÓN SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA ESPERANZA EN LA RELIGIÓN CATÓLICA
La Esperanza , junto con la fe y la caridad, es una de las tres virtudes teologales infundidas por Dios en el alma para hacernos obrar como buenos hijos suyos y para poder merecer la vida eterna.
La Esperanza es la espera confiada de un bien que se desea y no está al alcance de los que dudan porque la Esperanza supone la fe.
La Esperanza exige al cristiano la fe, el amor y el deseo sincero del objeto a alcanzar. Como contrapeso, le dispensa una alegría, un deleite que le es propio: es la alegría de saber que se puede obtener lo que se desea.
Fe, amor, deseo y alegría del goce engendran la confianza. Y la Escritura exalta el alma que se abandona a Dios, que descansa en Él.
El que está mal alojado sueña con una habitación mejor. La desea. Pero sólo la espera el día en que cree tener la seguridad de poder obtenerla. Algo así sucede con la Esperanza religiosa, que inspira numerosos textos de la Escritura. La Esperanza es el sostén de Israel en sus tribulaciones, porque Israel tiene fe en la Alianza.
En el antiguo testamento la Esperanza se refiere más a menudo a los bienes temporales, a la paz y a la serenidad en este mundo, que a la bienaventuranza eterna.
Por eso, en el Nuevo Testamento se llega a un plano más elevado que proyecta constantemente las luces de la fe hacia los bienes espirituales y las promesas celestiales. El Evangelio a insistido más todavía sobre la confianza, a la que exhortaba el Antiguo Testamento.
Los Padres en sus homilías repiten incansablemente el tema de la espera confiada.
Fe, valor y confianza dan al que espera motivos para actuar. La Esperanza , que descansa en la fe, es en sí misma una certidumbre… No es la certidumbre de la fe, que es intelectual, sino más bien una certidumbre afectiva, una certidumbre sentimental.
Por definición, la Esperanza no es un sentimiento desinteresado, como la fe o la caridad. Es un amor interesado.
El que espera busca su propio interés, su salvación personal. Ante la pregunta de que si hay contradicción entre este amor interesado y la doctrina de Jesús, Santo Tomás responde con una negativa, diciendo que el amor interesado, o sea el amor imperfecto que es el orrespondiente a la Esperanza , y el amor desinteresado, o sea el amor perfecto que es el correspondiente a la caridad, no se excluyen, sino que pueden coexistir. La moral debe preservarse de un desinterés exagerado.
La virtud de la Esperanza no puede subsistir en el Cielo, ya que no se espera más nada cuando se ha alcanzado el objeto de los deseos. El dominio de la Esperanza cristiana está tan extendido como el de la oración. Pero su gran objetivo es la bienaventuranza eterna. Las demás gracias pedidas a Dios pasan a segundo término.
De la noción de Esperanza nacieron, después del siglo XIII, errores que han reclamado ser revisados por teólogos y por la misma Iglesia. Estos errores se han dirigido todos en un mismo sentido: la exageración del desinterés.
La apologética católica tuvo que defender, contra los que la rechazaban, la forma interesada del amor de Dios, que le pide ayuda en la vida cotidiana y es además una expresión de la confianza que se le tiene.
El protestantismo, el jansenismo y el quietismo niegan o disminuyen el valor de la Esperanza . Los fieles se unen alrededor de aserciones religiosas tales como que "Todo el bien debe ser hecho por puro amor de Dios". El Concilio de Trento condenó estas tendencias debidas a la influencia luterana y que sólo podían alejar al cristiano de la confianza en Dios y, por consiguiente, de la fe.
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