El Breviario es un compendio con formato fácil de manejar de todos los libros necesarios para la recitación cotidiana del oficio.
Desde el siglo VIII, la difusión del breviario de la curia romana respondía a una necesidad, ya que los clérigos en sus idas y venidas no podían manejar fácilmente los diversos libros indispensables para el rezo como el leccionario, el salterio, el pasionario, el antífonario, el himnario, el responsorial, etcétera..
Pero a pesar de todo aquel breviario era demasiado grande todavía, por lo tanto esta situación reclamaba una reforma, y hubo varias: la de Quiñones, ministro general de los franciscanos en el año 1535, la de Paulo IV y la de San Pío V.
San Pío X ha dado el breviario romano más interés y flexibilidad ya que en él los oficios se han abreviado, los salmos demasiado largos se han dividido uno o más veces, los domingos tienen su liturgia propia y el lugar principal lo ocupa el propio del tiempo, que los anteriores reformadores reemplazaban con frecuencia por el común de los santos.
Éste método más riguroso que los anteriores fue acogido como un gran progreso en toda la Iglesia y por su mayor fidelidad a los orígenes está también de acuerdo con el primitivo oficio.
Finalmente por decreto del 23 marzo 1955 la Sagrada congregación de ritos redujo al rito simple todas las fiestas de santos que eran de ritos semidoble y suprimió las que eran de rito simple reduciéndolas a una mera conmemoración.
Además quedan solamente tres octavas: la de Pascua, la de Pentecostés y la de Navidad, volviéndose así a la antigua tradición que hacía de la Cuaresma un período privilegiado excluyendo casi todas las fiestas de santos. En esta reforma se da libertad en Cuaresma para escoger entre el oficio ferial y el del Santo salvo los llamados dobles clásicos.