Jesucristo instituyó el sacramento del orden sagrado para consagrar y ordenar a los obispos, sacerdotes y diáconos de su Iglesia.
Este sacramento se realiza por medio de la unción, la bendición, la imposición de manos, y las oraciones del obispo o del Santo padre.
El sacramento del orden sagrado distingue a los ministros sagrados gracias al carácter espiritual que le imprime, y además ellos reciben las gracias necesarias para poder ejercer de modo digno los oficios.
Otra característica de este sacramento es que también aumenta la amistad con Dios y santifica a través de la gracia .
- ¿CUÁLES SON LOS TRES GRADOS DEL ORDEN SAGRADO EN LA IGLESIA CATÓLICA?
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Obispo:
Este grado tiene la plenitud de los poderes ya que es el reemplazo directo de los apóstoles y puede administrar todos los sacramentos de la Iglesia católica.
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Sacerdote:
Este grado depende del obispo y puede administrar todos los sacramentos excepto aquellos que son exclusivos del obispo como el orden y la confirmación.
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Diácono:
Este grado permite administrar sólo tres sacramentos: el bautismo, la unción de los enfermos y el matrimonio. Además puede predicar, repartir la comunión y estar presente junto al sacerdote para ayudarlo
El catecismo de la Iglesia en el artículo 1550 dice que aunque el sacerdote es representante de Cristo no debe ser entendido esto como si estuviera libre de todo pecado.
Aunque en la administración de los sacramentos el Espíritu Santo lo acompaña y garantiza que éstos tengan efecto a pesar de los pecados del que los administra, sin embargo hay muchos actos en los cuales las flaquezas humanas, el afán de poder, los errores y el pecado del sacerdote dejan huellas que no son signos de fidelidad al evangelio y que pueden hacer daño a la Iglesia.
Cuando se recibe el sacramento del orden queda en el alma una marca o carácter que nunca se borra, por eso la ordenación no puede ser retirada ni se puede repetir.
En caso de que alguien que haya recibido el sacramento del orden y no quiera seguir ejerciendo puede ser dispensado por la Santa Iglesia, pero ya nunca vuelve a ser un simple laico, es decir, sigue siendo un sacerdote pero que no ejerce su profesión.