Ambos santos, mártires, son del siglo III y son los patronos de los zapateros y curtidores.
Según la leyenda, Crispín y Crispíniano eran hermanos y se habían establecido como zapateros en la ciudad de Soissons.
Según la tradición, ellos dejaron la ciudad de Roma y su buen vivir para irse como misioneros y anunciar la palabra de Dios. Así llegaron a instalarse en Soissons. Con el dinero que ganaban con el trabajo realizado por sus propias manos, no sólo podían vivir, sino que también ayudaban a los pobres.
Cantando y rezando mientras se servían de la lezna de la mañana a la noche, consiguieron tantas conversiones que ello preocupó al co-emperador Maximiano Herculeo, hecho que ocurrió durante la persecución Diocleciana.
Interrogados por Maximiano, declararon que ellos no eran galos, sino romanos, y de noble y rica familia.
Convertidos al cristianismo desde su adolescencia, lo habían abandonado todo, como habían hecho tantos otros patricios, entre los cuales figuraba Quintín, martirizado en la ciudad que lleva su nombre, por difundir la religión de Cristo.
Maximiliano quería que renegarán de su fe y como no lo consiguió lo entregó al gobernador Rictiovaro, que era un enemigo de los cristianos y perseguidor muy cruel. El prefecto del emperador fue el encargado de aplicarles un terrible suplicio. Pero los cuchillos se negaron a penetrar en su piel, el agua rehusó ahogarlos y el fuego a quemarlos.
Como ellos no cesaban de cantar durante todas estas tentativas, su verdugo, perdida la esperanza de poder cumplir su misión, se arrojó a la hoguera encendida para el suplicio y murió abrasado.
Pero de todas formas Crispín y Crispiniano fueron decapitados al día siguiente por la mano del mismo Maximiano.
Su festividad es el 25 de octubre. Y la fecha de su muerte ronda por el año 285 o 286
-
