Las lecciones que daba Cristo no tenían nada de discurso, y se acercaban más, por el uso que hacía de la imagen, a una exposición poética que permitía penetrar por intuición en la enseñanza oculta, y así llegar al corazón del tema sin proceder por deducciones lógicas.
Este modo de relato es lo que se llama parábola, que si bien no es un cuento, narra un hecho real y verosímil.
Entre las tantas parábolas que podemos encontrar en los Santos Evangelios, está la de la dracma perdida, que es aquella que cuenta que si una mujer pierde una dracma, a pesar de tener diez, enciende la luz y comienza a barrer la casa buscando cuidadosamente por todos los rincones hasta hallarla.
Y cuando por fin lo hace, convoca a sus amigas y vecinas pidiéndole que se alegren con ella porque había hallado la dracma que se había perdido. Jesús termina esta parábola diciendo: "Tal os digo que será la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia."
El sentido de la parábola de la dracma perdida que encontramos en San Lucas 15,8-10, es invitarnos al arrepentimiento, siendo bastante parecido en su mensaje a la parábola de la oveja perdida.
El simbolismo que encontramos en esta parábola es el siguiente: la mujer que se alegra simboliza a Dios; las otras mujeres que se alegran con ella equivalen a los ángeles; y la dracma perdida es el hombre que no encuentra su rumbo y está muy alejado de Dios y del buen camino.
San Gregorio Magno ha llevado más lejos la explicación y significado de la parábola de la dracma perdida, diciendo que el hombre es una dracma grabada según la imagen de Dios, y que por lo tanto, por el pecado, el hombre se aparta de la semejanza con su Creador.