Los dones del Espíritu Santo son siete.
Cuando inhabita en nosotros por la gracia santificante, el Espíritu Santo enriquece nuestras almas a través de esos siete dones, los cuales son los siguientes: don de temor, don de sabiduría, don de inteligencia, don de fortaleza, don de consejo y don de ciencia.
Estos siete dones que nos concede el Espíritu Santo a todos los católicos confirmados en la fe nos sirven de gran ayuda para poder merecer la vida eterna que nos prometió Jesucristo, ya que nos dan todo lo que es necesario para poder lograr ese deseado mérito.
Entre los siete dones encontramos al don de inteligencia. Este es aquel que nos brinda el Espíritu Santo para poder llevarnos al camino de la contemplación, es decir, al estado en el cual el alma es llamada a acercarse a Dios.
La inteligencia considerada en el caso de este don, es decir en el sentido espiritual, es en cierta medida la iluminación del espíritu. Esta luz no debe confundirse con la luz de la fe, que es producida por la voluntad, pues en el sentido de la inteligencia, es una luz que completa la luz de la fe.
En las Sagradas Escrituras podemos encontrar una referencia al don de inteligencia en el libro de los Salmos. Allí encontramos un ejemplo claro en la respuesta que da David a Dios en el Salmo 119 donde dice: Abrid nuestros ojos y contemplaremos las maravillas de vuestros preceptos; dadnos la inteligencia y tendremos la vida.
Este don es la salvaguarda del justo. La inteligencia es lo que le da el sentido al objeto, el fin de su vida espiritual. Le permite ver claro y le impide desviarse de su ruta,, siguiendo de este modo los caminos rectos que nos enseñó Jesús y son la voluntad de Dios.