Cónclave significa etimológicamente objeto puesto bajo llave, e indica el lugar donde, después de la muerte del Papa, los cardenales se reúnen en una clausura rigurosa para ocuparse de la elección de su sucesor.
Aparece por primera vez en la constitución Ubi periculum, publicada en 1274 por Gregorio X después de la quinta reunión del II Concilio ecuménico de Lyon.
El Cónclave tiene por objeto evitar que la sede apostólica quede vacante durante un tiempo excesivo. En el siglo XII fue constituido como cuerpo electoral el Sacro Colegio entero, debiendo obtener el elegido los dos tercios de los votos. Pero el número de cardenales era insuficiente (menos de veinte) para que el acuerdo se pudiera tomar fácilmente.
Antes de la elección de Urbano IV la vacante se prolongó tres meses. Duró cerca de tres años a la muerte de Clemente IV. Se cree que fue entonces San Buenaventura, general de los franciscanos en Viterbo, quien aconsejó encerrarlos en el palacio episcopal para que lo resolvieran. Como, a pesar de esta claustración, no se acababan de decidir, los milicianos de Viterbo quitaron el tejado del palacio y sólo les dejaban llegar como alimento pan y vino.
Cuando al fin eligieron a Gregorio X, éste quiso evitar tales retrasos, tan perjudiciales a los intereses de la Iglesia, e impuso una sanción jurídica por la bula Ubi periculum, por los medios un poco raros que emplearon los habitantes de Viterbo. Pero esa legislación costó bastante de ponerla en práctica y fue abolida a pesar de que las dos elecciones hechas con su conformidad sólo duraron algunos días. Desde esta abolición, las vacantes largas empezaron de nuevo.
Finalmente se realiza el restablecimiento del cónclave, y así Bonifacio VIII fue elegido en un solo día y puso definitivamente en vigor la bula de Gregorio X, que se mantuvo siempre desde entonces, hasta durante la estancia de los papas en Aviñón.
Desde el siglo XIX, todos los cónclaves han sido muy cortos.
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