El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que está formada además por el Padre y el Hijo.
El terminó Espíritu Santo significa abogado, consolador, defensor.
El Espíritu Santo además de estar en todas partes, lo está de modo muy especial en la Iglesia y en el alma de todas las personas que estén en amistad con Dios, es decir, todas aquellas que lo amen con sinceridad y que estén libres de todo pecado mortal.
Al estar junto a nosotros nos ayuda a vivir en plena gracia de Dios y nos entrega siete dones.
Entre ellos está el don de ciencia.
El don de ciencia es aquel que el Espíritu Santo nos entrega para permitirnos acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.
El don de ciencia disipa todas nuestras dudas, nuestros errores, todo aquello que viene de la decadencia debido al pecado original.
Nos ayuda a captar el fin que Dios se propuso creando al mundo. Sobre este don, podemos encontrar una referencia en las Sagradas Escrituras en la carta de San Pablo a los Efesios (5:8), cuando le dice a los cristianos: "Antes estaban en tinieblas, ahora tienen la luz en el Señor, anden en lo sucesivo como los hijos de la luz". Esta luz no es otra cosa más que la ciencia de los santos, a la cual se hace alusión en el Libro de la Sabiduría.
Por lo tanto el conocimiento y la sabiduría deben ser siempre deseadas por los fieles, pues nada es tan perjudicial a la fe como la ignorancia.
El don de ciencia es por lo tanto la cualidad que Dios nos otorga para saber distinguir entre lo falso y lo verdadero valorando los bienes de la tierra según el valor que tengan delante de Dios.