¿QUÉ DICE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE EL PERDÓN DE LA BLASFEMIA?
La blasfemia en la Iglesia Católica es la palabra injuriosa dirigida a Dios. La blasfemia en la Iglesia Católica se entiende como un ataque directo a la divinidad y es considerada un pecado mortal, salvo en casos donde carece de intención. Este pecado puede manifestarse de diversas formas, como atribuir a Dios imperfecciones o denigrar sus obras.
BLASFEMIA VENIAL: CUANDO NO HAY INTENCIÓN MALICIOSA
Se puede blasfemar atribuyendo a Dios imperfecciones que no tiene, hablando con desprecio de las obras divinas, rebajando la divinidad al nivel de la criatura, o también elevando la criatura al nivel de Dios.
Bajo la ley mosaica, el blasfemo debía ser castigado con la pena de muerte, en cambio, la Iglesia concede el perdón a los que cometen este pecado grave.
La Iglesia considera la injuria a Dios como un pecado mortal en sí, como el ultraje que la criatura hace a su Creador, y sólo se da una circunstancia atenuante que es el hecho de que las palabras blasfemas sean pronunciadas sin intención, sin desprecio, por convención de la lengua. En este caso se considera pecado venial.
LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO: UN PECADO IRREMISIBLE
La Iglesia ofrece perdón a quienes se arrepienten, sin embargo, se establece una excepción crucial: la blasfemia contra el Espíritu Santo, que se considera irreparable y mortal.
Esta noción ha generado un amplio debate teológico, con opiniones que sugieren que implica negar el poder divino y reconocer al demonio como superior. Los textos bíblicos ofrecen fundamento a estas enseñanzas, claramente describiendo la gravedad y las implicaciones de este tipo de blasfemia.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es considerada como la más grave y es la única que Jesucristo ha declarado irremisible, la única que es de hecho definitivamente mortal.
Todas estas cuestiones las podemos encontrar en los Evangelios de San Marcos 3. 28-30, San Lucas 12. 10 y San Mateo 12. 30-32.
Esta excepción sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo ha preocupado durante mucho tiempo a los teólogos como para poder determinar en qué consiste exactamente la misma. Incluso San Agustín opinaba que esta cuestión es la más difícil de las que plantea la Escritura.
Finalmente, la opinión que, después de largas discusiones, parece ser la más común entre los teólogos es que la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable porque es pretender que el demonio es más fuerte que el Espíritu, el mal superior al bien y es desafiar a Dios denegándole el poder de su gracia.