Dios se identifica con el bien y es el bien. Por lo tanto la palabra bondad significa la posesión del bien y la bondad es por excelencia la cualidad de Dio...
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La canonización es el acto solemne por el cual el Papa escribe definitivamente a un siervo de Dios, beatificado anteriormente, en el catálogo de los santos, siendo su decisión infalible e inapelable.
La canonización establece que aquella persona que acaba de ser colocadas sobre los altares goza de la felicidad eterna, y por lo tanto su culto se hace obligatorio en la Iglesia universal, de allí proviene la importancia, la gravedad y el esplendor de la canonización.
Durante los primeros siglos de la Iglesia eran considerados como santos sólo los mártires, y no había proceso de canonización, ya que ellos por sí mismos eran héroes y la prueba de su fe y de sus virtudes era indiscutible. La canonización existía de facto ya que al testimonio de la sangre, toda contradicción habría sido vana, además del hecho de que los fieles recogían sus reliquias y se levantaban altares sobre sus tumbas donde los sacerdotes celebraban allí la misa.
Son requeridas dos condiciones esenciales para poder empezar un proceso de canonización:
- el cristiano debe haber crecido en todas las virtudes hasta la heroicidad, es decir hasta la perfección cristiana
- los milagros deben haber sido obrados por su intercesión
El proceso de canonización no tiene duración limitada.
No debe confundirse ni compararse la deificación pagana de un Rómulo o un Augusto con lo que ocurre, lo que se exige y lo que la Iglesia hace y proclama de un siervo de Dios elevado a la santidad, y, desde luego, el culto de los santos, enteramente distinto de la adoración debida a Dios, que no existe más que en función de la gloria de Dios.
Los elementos del proceso de canonización están confiados a la Sagrada Congregación de Ritos. Las virtudes que son exigidas deben sobrepasar en perfección en mucho a las practicadas por los demás hombres ya que la vida de un siervo de Dios es pasada por un tamiz, ya que no es suficiente no encontrar nada reprensible, sino que se debe encontrar la perfección en cada momento.
Con respecto a los milagros la severidad exigida es mayor, ya que son un testimonio necesario de la santidad del bienaventurado, convocando a teólogos, cardenistas, médicos, cirujanos, y a todos los especialistas de la ciencia que se juzguen necesarios para corroborar si el milagro es tal. El proceso pone en acción todo lo que sea posible para desenmascarar la mentira o el error.
Un bienaventurado sólo es canonizado si ha obrado nuevos milagros entre su beatificación y el proceso en curso, y cuando finalmente todos los elementos favorables están reunidos, tres consistorios consecutivos deben examinar la causa.
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