LA MISIÓN DE LA IGLESIA: CONTINUANDO LA OBRA DE JESÚS EN NUESTRA SOCIEDAD
La misión de la Iglesia es continuar la obra que Jesús comenzó durante su tiempo en la Tierra. Jesús eligió no establecer la Iglesia con ángeles, sino con humanos imperfectos, dándoles la oportunidad de colaborar con Él en la gran obra de la redención.
Esto muestra que Jesús reconoció que sus seguidores no serían perfectos, pero aun así les confió la tarea de llevar a cabo su misión.
ESTABLECER LA IGLESIA DE JESÚS
Los apóstoles elegidos y quienes los siguieron tenían una misión específica: establecer no "su" Iglesia, sino la Iglesia de Jesús. Su responsabilidad no era adaptar las enseñanzas de Cristo según su propio entendimiento, sino continuar fielmente la obra de Cristo.
Desde el principio, los apóstoles fueron conservadores en el sentido literal de la palabra, con el objetivo de preservar y transmitir el mensaje completo de Jesús. Si el mensaje necesitaba una adaptación debido a las nuevas circunstancias, como la aceptación de los paganos que comían cerdo y los judíos que no, los apóstoles se referían a las enseñanzas de Jesús y respondían a la nueva situación con la máxima fidelidad a lo que Cristo había dicho o hecho.
La Iglesia se ve a sí misma como la continuación de la obra de Cristo, asegurando que su mensaje sea predicado en su totalidad a pesar del paso del tiempo y las circunstancias cambiantes. Sin esta fidelidad extrema a Cristo, la Iglesia no tendría por qué seguir existiendo. Dentro de esta fidelidad está también la tarea misionera encomendada por Jesús: llevar el Evangelio a todos los hombres del mundo, hasta los confines de la tierra.
A través de enseñanzas compartidas como el Padrenuestro, el amor a los enemigos y el compromiso con la justicia social, podemos reconocer la unidad entre Jesús y la Iglesia. Al poner en práctica estas enseñanzas, participamos activamente en continuar la obra de Jesús y difundir su mensaje de amor y redención en el mundo.
LA UNIDAD DE LAS ENSEÑANZAS ENTRE JESÚS Y LA IGLESIA
Una forma de reconocer la continuidad de la Iglesia con las enseñanzas de Cristo es observando las similitudes entre lo que enseñó Jesús y lo que enseña la Iglesia. Hay varias enseñanzas clave que son evidentes tanto en las enseñanzas de Jesús como en las enseñanzas de la Iglesia. Al poner en práctica estas enseñanzas, podemos profundizar nuestra comprensión de la unidad entre Cristo y la Iglesia.
Una de las enseñanzas que muestra la unidad entre Jesús y la Iglesia es el Padrenuestro. Esta oración, enseñada por el mismo Jesús, sirve como modelo de cómo debemos acercarnos a Dios en oración. Comienza con las palabras "Padre nuestro", enfatizando el aspecto comunitario de nuestra relación con Dios. Al dirigirse a Dios como "Padre", Jesús nos invita a reconocer a Dios como nuestro padre amoroso y afectuoso que desea una relación personal con cada uno de nosotros.
El Padrenuestro también destaca la importancia del perdón. Jesús nos enseñó a orar: "Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Esto demuestra la necesidad de perdón y reconciliación en nuestras relaciones con los demás.
La Iglesia, siguiendo las enseñanzas de Jesús, enfatiza la importancia del perdón como aspecto fundamental de la vida cristiana. A través del sacramento de la reconciliación, se anima a los creyentes a buscar el perdón de sus pecados y extender el perdón a los demás.
AMA A TUS ENEMIGOS: UN LLAMADO AL AMOR RADICAL
Otra enseñanza que refleja la unidad entre Jesús y la Iglesia es el mandamiento de amar a nuestros enemigos. Jesús dijo: "Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen" (Mateo 5:44). Esta enseñanza desafía la inclinación natural a buscar venganza o guardar rencor. En cambio, Jesús llama a sus seguidores a responder con amor y compasión, incluso hacia aquellos que los maltratan.
La Iglesia se hace eco de esta enseñanza al enfatizar la importancia del amor y el perdón en todos los aspectos de la vida. A través del ejemplo del amor desinteresado de Jesús en la cruz, la Iglesia enseña que el amor es el fundamento de la moralidad cristiana. Esto incluye amar no solo a nuestros amigos y familiares, sino también a aquellos que se nos opongan o nos maltraten. Al aceptar esta enseñanza, podemos ejemplificar la unidad entre Jesús y la Iglesia en nuestra vida diaria.
EL LLAMADO A SERVIR A LOS POBRES: UN COMPROMISO CON LA JUSTICIA SOCIAL
Las enseñanzas de Jesús sobre el cuidado de los pobres y marginados ejemplifican otra área de unidad entre él y la Iglesia. A lo largo de su ministerio, Jesús mostró una gran compasión hacia los marginados y oprimidos. Enseñó a sus seguidores a cuidar de los pobres, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y dar cobijo a los desamparados.
La Iglesia lleva a cabo esta misión de justicia social al enfatizar la importancia de cuidar a los pobres y vulnerables. A través de diversas iniciativas caritativas, la Iglesia busca aliviar el sufrimiento y promover la dignidad humana. El compromiso de la Iglesia con la justicia social tiene sus raíces en las enseñanzas de Jesús y sirve como testimonio de la unidad entre Cristo y la Iglesia.
PONIENDO LAS ENSEÑANZAS EN PRÁCTICA
Reconocer la unidad entre Jesús y la Iglesia a través de enseñanzas compartidas es solo el primer paso. Es fundamental poner en práctica estas enseñanzas en nuestra propia vida. Al incorporar estas enseñanzas en nuestras acciones diarias, podemos participar activamente en la continuación de la obra de Jesús.
Para poner en práctica la enseñanza del Padrenuestro, podemos empezar por cultivar una vida de oración más profunda. Podemos reservar tiempo cada día para estar en comunión con Dios, expresando nuestro amor, gratitud y preocupaciones. Además, podemos esforzarnos por perdonar a quienes nos han hecho daño, tal como le pedimos a Dios que nos perdone. Al practicar el perdón, contribuimos a construir relaciones armoniosas y fomentar la unidad dentro de la Iglesia y la comunidad en general.
ABRAZANDO EL AMOR POR LOS ENEMIGOS
Amar a nuestros enemigos es sin duda una tarea desafiante, pero es algo que Jesús nos llama a abrazar. Para poner en práctica esta enseñanza, podemos comenzar por examinar nuestro corazón y pedirle a Dios la gracia de amar a quienes nos han lastimado. Podemos orar por su bienestar y extender actos de bondad hacia ellos. Al hacerlo, demostramos el poder transformador del amor de Cristo y contribuimos a la reconciliación y sanación de las relaciones.
COMPROMISO CON LA JUSTICIA SOCIAL
El cuidado de los pobres y marginados es un aspecto crucial del discipulado cristiano. Podemos participar activamente en la misión de justicia social de la Iglesia al ofrecernos como voluntarios en organizaciones benéficas u organizaciones locales que sirven a los necesitados. Además, podemos apoyar iniciativas que aboguen por un cambio sistémico y promuevan la dignidad de cada ser humano.
Al hacerlo, continuamos la obra de Jesús de traer el Reino de Dios a la tierra.
