QUIEN PUEDE RECIBIR Y QUIEN NO
LA EXTREMAUNCIÓN
La unción de los enfermos o Extremaunción es el sacramento que alivia el alma y el cuerpo de los enfermos.
La curación figura en efecto entre los poderes y las funciones que Jesús encargó a los apóstoles para después de su partida.
Él mismo no había estado nunca enfermo, pero si curó a los enfermos que se encontraban en su camino fue para demostrar de alguna manera su gran lucha contra el pecado.
A su curación, les ponía siempre la misma condición: tenían que tener el deseo de sanar y la fe en su propio poder.
Los ministros de este sacramento son los sacerdotes; un obispo puede igualmente administrarlo.
Su materia es el aceite, el remedio por excelencia en la Antigüedad Mediterránea.
Todos los años, el día de Jueves Santo, el obispo bendice el óleo de los enfermos, antes de bendecir el santo crisma y el óleo de los catecúmenos, que servirán durante todo el año.
Son los enfermos, no los agonizantes, los beneficiarios de este sacramento.
Extremaunción no es, en efecto, contrariamente a lo que se cree generalmente, el sacramento de aquellos que van a morir.
Por esto no se ha administrado jamás a los condenados a muerte o a los náufragos porque no son enfermos.
Ha sido instituida para aliviar tanto al alma como al cuerpo, porque si la enfermedad es primero un mal para el cuerpo, lo es también para el alma, a la que oprime.
Por eso lo ideal es administrarla a los que están gravemente enfermos, y renovarla en cada recaída grave.
Por estar profundamente ligada la enfermedad al pecado y el alma íntimamente ligada al cuerpo, la unción tiene efectos sobre ambos.
Sin duda no cura de una manera incondicional, pero completa los efectos espirituales del sacramento de la penitencia.