La contrarreforma fue un movimiento de reacción católica que tuvo lugar en Europa, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
Esta contrarreforma debería llamarse en realidad para definir la mejor como la reforma católica, en contraposición a la reforma protestante.
La necesidad de un cambio se dejaba sentir realmente en el seno de toda la Iglesia Católica. Esta reforma estaba bosquejada desde los comienzos del siglo XVI (hacia el 1520) con la creación de órdenes religiosas, que volvieron al espíritu de pobreza y de caridad que había sido abandonado progresivamente.
Por ejemplo, podemos citar a los Capuchinos, los Teatinos y los Benedictinos que sufrieron varias reformas, o los Carmelitas que fueron reformados por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Entre las órdenes nuevas cabe destacar principalmente a los hermanos de San Juan de Dios, consagrados al servicio de los enfermos en los hospitales; la del Oratorio fundada en Roma por San Felipe Neri que se ocupa del estudio la predicación y la educación, y finalmente, la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, con ideas totalmente nuevas y que antes de transcurrir un siglo contaba ya con 37 provincias, 436 casas y más de 13.000 miembros.
Entre el año 1545 al 1563 se realiza el Concilio de Trento, en el cual se aprobaron varios decretos que tenían que ver con la doctrina de las órdenes religiosas, los dogmas, el Santo Pontífice y la disciplina. Todos estos decretos siguieron vigentes hasta tres siglos después, momento en el que se reúne el siguiente concilio convocado por Pablo III.
Las cuestiones teológicas en la contrarreforma católica eran completamente opuestas, si bien en forma substancial no difería demasiado de lo que buscaba la reforma protestante en el momento de decidir hacer una renovación en la Iglesia